miércoles, febrero 22, 2012

Viaje a Bariloche

El viaje surgió casi sin planearlo. El lunes 12 de diciembre, al volver de la escuela, me encontré con Américo que me comenta que estaban esperando el sorteo en el que se habían anotado para ir a la costa. Le comenté que había leído en Cla´rin que había grandes descuentos en Bariloche (http://www.clarin.com/sociedad/Bariloche-reinventa-hacerle-frente-cenizas_0_611338990.html)
Me comentó que sería reinteresante y le pedí que se fijara. Por mi parte, empecé a buscar alojamiento. Dos días más tarde me comentó que Barbi también quería ir. Así que casi sin pensarlo empezamos a pensar este viaje. Uno de los menos pensados y preparados con menos tiempo.

El 14/12/2011 nos responden de un complejo de cabañas (Villa Leufú, Av. De los Pioneros 4000) en las que nos ofrecían tres cabañas a $ 716 por día para todos. Después de ponerlo a consideración, aceptamos pensando las fechas posibles y que además sería necesario hacer una parada en el viaje de ida.
Barbi piensa que podría cambiar las vacaciones para el 9 de enero y buscamos donde parar.
Después de hacer los giros correspondientes, los conductores pensaron en que sería bueno salir temprano, alrededor de las 5.00 hs.

El lunes 9 de enero, Américo y Luca largaron en punta, ya que nosotros tuvimos que esperar que Luis trajera el auto. Llegó cerca del mediodía y nos avisó que el levantavidrios de mi lado no andaba así que había que hacerlo arreglar. Esto se demoró hasta las 16.30 hs., hora en la que salimos. Ese día fue uno de los más calurosos del verano: 36.9º C. Paramos en Santa Rosa a cargar combustible y seguimos. Entrando a la zona de la Ruta del Desierto, se armó una terrible tormenta en la que veíamos caer los rayos; después de varios chaparrones, pasamos por Puelches y a pesar del GPS, al entrar al Alto Valle nos perdimos ( un poquito). Después de haber acordado con Barbi cómo haríamos para entrar, ella nos dijo que si le mandábamos un SMS, ella nos abriría. Al llegar a Plottier, eso hicimos y la santa nos abrió, indicándonos que en una de las cabañas habían hecho lugar para los tres. Eran las dos de la mañana y lo único que hicimos fue irnos a dormir.
El martes 10/1 cerca de las 8.00hs. podemos decir que empezamos el viaje, ahora sí todos juntos.
Las cabañas estaban muy buenas y después de desayunar, y después de los cuentos del día anterior pusimos primera a Villa El Chocón. El comentario fue el diálogo que habían tenido el día anterior con un hombre que decía que en Bariloche no se podía estar de la cantidad de cenizas que había, que las plantas daba pena verlas y que era riesgoso para andar en auto. Aquí, alguna foto de ese día anterior.


Con esos augurios, partimos.

Desde allí, nos fuimos por la ruta Nº 237. Esos 80 km. los hicimos rápidamente y a eso de las 10 hs. estábamos entrando en el Museo, después de dar algunas vueltas para encontrarlo. Sólo faltaban los Castro, que tuvieron que hacer una parada técnica, que después se convirtió en un clásico de la peña ( hay que preguntarle a Mariano).Tanto que cuando llegaron, Américo con la creatividad que lo caracteriza, la rebautizó “Cagantosaurio Lincolensis”.
Recorrimos el museo muy prolijo y completo.

Después de visitar el Museo, seguimos camino hasta Bariloche.


Desde Piedra del águila hasta Confluencia tuvimos que ir despacio, porque en los lugares donde el viento se encajonaba la ceniza volaba mucho.

Sin embargo, al pasar Confluencia si bien se veía en suspensión, no volaba de esa manera.
A eso de las 13.00 hs. vimos el Nahuel Huapi, en un día despejado y magnífico. Seguimos hasta encontrar las cabañas, cosa que fue bastante fácil. El problema era que no había nadie en la recepción, así que tuvimos que esperar un rato. Cuando llegó Andrés, nos asignó las cabañas (2, 3 y 4) y decidimos ocupar las dos de arriba, los Castro/Cabani y la de abajo, los Álvarez. Como en la cabaña de los Castro, la mesa estaba amurada, movimos nuestra mesa hacia la de ellos, para poder comer todos juntos.

Después de acomodarnos, y tomar unos mates, nos dirigimos hasta La Anónima, que vimos estaba muy cerca, para hacer las primeras compras. Después fuimos al centro de Bariloche para LA FOTO y preguntar en Turismo las opciones de lo que podíamos hacer.



Después del aterrador día de calor que habíamos pasado el día anterior, no nos habíamos dado cuenta del fresquete que hacía, así que los abrigos que habíamos llevado, recorrimos un poco la Mitre para preguntar por la excursión hasta Puerto Blest y después fuimos hasta el Centro Cívico para las fotos obligadas. En Turismo, nos dieron algunos folletos y mapas y poca información, así que pensamos volver para organizar la cena.


Esa noche, cenamos ravioles con la salsa de Adriana (a la crema con cebolla saltadita y jamón) que hizo las delicias de todos. Acordamos lo que haríamos al día siguiente: el Circuito Chico.

Ese martes, nos despertamos no muy temprano, aunque Américo, ya nos había sorprendido yendo a comprar el pan, asombrándose por el precio porque estaba a $10/kilo. Sin embargo, estaba buenísimo. Después de desayunar, partimos primero para Puerto Pañuelo para hacer consultas sobre el tour hasta Puerto Blest. Allí, nos dijeron que el viento iba a parar ese día a la tarde y el mejor día para ir iba a ser el jueves, porque el viernes haría mucho calor. Después de algunas fotos, subimos hasta el Llao-Llao. Muy organizadamente nos dejaron estacionar para sacar más fotos y recorrer un poco externamente. Realmente es un lugar imponente. Desde ahí decidimos bajar para encontrar el sendero hasta los arrayanes. Dirigiéndonos hacia la izquierda del Llao-Llao, encontramos medio oculto el estacionamiento.


Tomamos las mochilas y elegimos algunas cañas para la primera camina del viaje. Caminando por unos senderos sombríos llegamos hasta unos arrayanes inmensos con los que nos sacamos fotos, metiéndonos por unas cortaditas sin darnos cuenta que más adelante estaba “la entrada”.


Seguimos más adelante hasta la Playa Moreno, en donde bajamos para que los chicos pudieran desarrollar el deporte que tanto les gusta: tirar piedras.

A pesar de las subidas y las bajadas, todos estuvimos de acuerdo en continuar hasta el Mirador del Lago Moreno. La verdad que la caminata fue magnífica y las vistas del Mirador, geniales. Sólo quedaba regresar, silbando bajito y despacito. Ya en el estacionamiento, acordamos (en vez de volver a las cabañas para almorzar) seguir, pese a las protestas de las bestias que ya tenían hambre.

Seguimos hasta la unión del Lago Moreno con el Nahuel Huapi, en donde las aguas de los dos tienen coloraciones increíbles…

Seguimos hasta un puente, a cuyo lado había un chiringuito de comida y las indicaciones para subir hasta una cascada. Paramos, los chicos se nutrieron con unos panchos, mientras Lucas ponía a prueba su capacidad de comunicarse con un chico de una nacionalidad que nunca sabremos preguntándoles, acerca de los cambios y la relación del piñón. El chico, como era de esperar le decía “Ok.”





Después de mandarlo a bañar, intentaron llegar hasta el salto de la Piedra Negra, pero con Mati decidimos que al lado de la cascadita se estaba rebien, así que nos quedamos a descansar. El resto, si bien lo intentó, no llegó porque o estaba mal señalizado el camino o era más complicado de lo pensado.

Así que la próxima parada fue: Colonia Suiza. Dejamos los autos para caminar entre todas las casitas que algo interesante mostraban. Bruno fue el primero en probar un licuado de frambuesas que estaba buenísimo.
Recorrimos los locales, todos muy bonitos, y en donde encontramos ésto:



Guille, Adri y Barbi quisieron atacar las tortas fritas pero cuando les dijeron los precios recularon ($ 7 cada una, rellenas de dulce de leche): Nunca supieron de qué tamaño serían porque les agarró flor de apuro para huir. También averiguamos por el curanto y por los helados de Jauja, que quedarán para otra oportunidad. Viendo que ir al criadero de truchas era cerca, seguimos caminando. Pasamos por donde hace el curanto Goye (en el que seguían guitarreando) y al ver que era lejos, volvimos a buscar los autos. Llegamos al Criadero, en dónde hicimos la visita a los piletones flotantes. La explicación muy buena, y ver a las truchitas desde tan chiquitas hasta las que ya venden fue divertido para grandes y chicos. Quedaba la vuelta, pasando por el Punto Panorámico del Cerro Campanario donde paramos a tomarnos la foto con Ámbar.




Allí, pensamos que lo mejor era seguir hasta el centro para sacar los pasajes para el Catamarán del jueves. Asi lo hicimos y después de caminar ( ¡un poco más!) y de empezar a probar chocolates, aterrizamos en las cabañas, para encargar en el Rustiko, pollos con papas fritas ($60 cada uno). Después de los Gancias para las chicas y de cenar bien cenados, pensamos en hacer un día tranquilo al día siguiente: asadito en algún camping a orillas del Manso. Así que con eso previsto nos fuimos a dormir.

Ese miércoles 12 de enero amaneció hermoso. Hicimos las compras y salimos, previa consulta de cómo llegar al Manso, ya que me habían contestado de uno que nos ofrecía pasar el día a $110. El zampalastortas del flaquito del Complejo, nos dijo que era para el lado del Bolsón… así que hacia allá fuimos. Después de un desvío, entramos en el ripio y con seguridad, supimos que por allí no se iba. Le preguntamos a una flaquita que estaba esperando el micro y nos indicó. Desde allí llegamos hasta la entrada del Cerro tronador. ¿Sería allí? Preguntamos y nos dijeron que sí que había campings a orillas del Manso, pero que ahí no se hacía el rafting. De todas maneras pensamos que estaría bueno, así que previo pago de las entradas al Parque entramos. El camino er de doble mano pero estaba bueno. Apenas vieron un riíto, los Álvarez querían quedarse allí, pero decidimos seguir buscando alguna playita sobre algún lado. Siguiendo un rato, encontramos los Rápidos.
Cruzamos el Puente y nos detuvimos en el camping a averiguar.

Américo nos ijo que por persona teníamos que pagar $30, y considerando la hora que era, aceptamos. Nos instalamos en el sector Arrayán y empezaron con los preparativos, ya que la vieja buenaonda del camping les había dicho, :”¿Qué trajeron para asar?” “Matambre” “ Y, ¿qué más? ¿Y si les sale duro?”. Frente a eso, Américo decidió hacerle imposición de manos con Guille para tiernizarlo.

Mientras los chicos, se encaminaron hacia el Lago Mascardi para probarlo por primera vez. Demás está decir, que les gustó a pesar del frío (aunque no iba a estar tan frío como el Nahuel Huapi).
Después de almorzar, llegó el horario de la siesta para los grandes, así que para no molestar, decidimos con las chicas ir a la playita del otro lado.


Mates, charla, siesta y así se pasó esa tarde divina, al lado del lago rodeados de un paisaje imponente.
Ya sabíamos que al otro día, iríamos a Puerto Blest (ya habíamos sacado los tickets $220 los mayores – menos un descuento que hicieron: $561 los tres- y la mitad los chicos más la tasa de embarque y la entrada al Parque Nacional) , así que compramos para hacer los sandwichs y las bebidas.
El jueves amaneció espectacular. Salimos hacia Puerto Pañuelo, estacionamos los vehículos y esperamos para embarcar.


Allí, llegó la llamada de Damián. Charlamos con él y nos subimos a Victoria Andina y empezó la travesía. Al rato, aparecieron las galletitas para darle de comer a las gaviotas; después de varios intentos fallidos, Marian lo consiguió.

Después de casi una hora de navegación llegamos a Puerto Blest y empezó la subida hasta la Cascada de los Cántaros. Dicen que hay más de 800 escalones hasta el último mirador y dónde está el coihue gigante. Despacito llegamos y con más parsimonia bajamos. Con mucho tiempo libre, buscamos el mejor lugar para hacer el picnic y lo encontramos en la playita. Allí aparecieron los sandwichs y… los tábanos. A pesar de eso, el lugar era impresionante.




Después de descansar, seguimos por la senda sombría entre los árboles hasta que llegamos al embarcadero.

Guille se encargó del agua para el mate, más cara de todas las vacaciones ($ 7) y que además estaba fría.
Viajamos rodeados de extranjeros que usaban el cruce desde Chile por los lagos y la gran mayoría terminaban en Hotel Llao-Llao. Vuelta a las cabañas cenar y prepararnos para el largo día que se aproximaba, porque ibamos a ir hasta El Bolsón. Esa tardecita me dediqué a revisar los mails, que hacía días no veía. Ahí, me encuentro con la respuesta de Pablo Bordoli, a un mail mío de hacía un tiempo. Me responde que su hermana, Cecilia, vivía en El Bolsón, así que inmediatamente le pedí la dirección para ve si la podíamos ir a visitar al día siguiente ( “Saavedra esquina Dorrego justo la esquina, tiene un gran jardin y un perro San Bernardo. “)
Bien temprano, nos despertamos y partimos hasta El Bolsón, ya que teníamos que estar antes de las 10 hs. para retirar los pasajes de La Trochita. Llegamos a la oficina ($110 los grandes y $45 los chicos), retiramos los pasajes y decidimos ir hasta el Mirador del Azul. Si bien el camino estaba bastante feo, llegamos tranquilos hasta el mirador. ¡Qué lugar!




Después, seguimos el camino para llegar hasta la Cabeza del Indio. Estacionamos los autos y a caminar…


La subida por el bosque fue una de las más complicadas que hicimos, paramos varias veces…para tomar aire. Llegamos después de varias paradas. Sacamos las fotos y volvimos por una cornisa, en la que agradecimos infinitamente que hayan puesto un alambrecito para sostenerse.



El esfuerzo valió la pena. Desde allí, fuimos hasta la casa de Cecilia; la encontramos fácil, pero ella no estaba. Le dejé una notita con el número de cel y después fuimos hasta La Anónima para comprar lo que necesitábamos para almorzar.
Desde allí, pasamos por El Hoyo, dónde había sido el incendio días antes y desde ahí hasta El Maitén. Ya allí, se empezaba a ver la ceniza que cubría las montañas. Buscamos un lugar para almorzar y lo encontramos a orillas del Río Chubut. Allí, preparamos los sandwichs y (mágico) “sin tábanos”, descansamos.

Recibí el llamado de Cecilia, diciendo que nos esperaba a la vuelta.
Fuimos hasta la estación de El Maitén, donde empezamos a organizarnos para el paseo en La Trochita.

Primero vimos el museo y nos preparamos para la visita guiada a los Talleres. Simplemente, ¡genial!




Ver pasar la locomotora, nos puso piel de gallina.

Nos dirigimos hasta el andén y esperamos que llegara. Además de la locomotora, traía dos vagones de clase única y uno que era de Primera clase. Nosotros decidimos ir en el de clase única, mientras que el resto fue en el de Primera.


Poder hacer ese viaje fue fantástico.




Es una experiencia maravillosa. El tren en casi una hora llega hasta la estación Bruno Thomae, donde muy bien organizado había hasta agua en bidones (por el calor que hacía).

Después de todas las maniobras, volvimos. Aunque Adri y Barbi, decidieron hacerlo en los escalones del vagón con los chicos. ¡Genial!
Habíamos decidido pasar por El Bolsón, para ver los artesanos y nosotros para ver si la veíamos a Cecilia. Al llegar a la casa, encontramos al marido de Cecilia despintando una puerta y el San Bernardo avisó con pocas ganas de nuestra presencia. Nos encontramos con ella, entramos, charlamos mucho.


Después de la foto y de despedirnos de Trotski, partimos para calmar la sed en Jauja. Nos deleitamos con tres cucuruchos divinos y riquísimos.



Después de un día genial, volvimos hasta Bariloche. Y los chicos, a la pileta!




El domingo fue para descansar y tomar sol en Playa Bonita. Meterse en esas aguas heladas fue lo más.

A la tarde cuando aparecieron los churros, la fiesta fue completa. Las charlas decidieron que al otro día iríamos al Tronador, hasta el Ventisquero. Nosotros decidimos por precaución por los kilómetros a recorrer en ripio, que iríamos con el micro del Club Andino ($150) para no exponer el auto de Luis. Acordamos que iríamos hasta Pampa Linda y desde allí nos repartiríamos en los autos para subir hasta el ventisquero.
El lunes salimos antes que ellos para ir hasta el Centro para tomar la combi. La verdad que el viaje fue bárbaro, sobre todo para Guille. Llegamos a Pampa Linda y al ver que el resto no estaba, decidimos hacer la caminata hasta el Mirador del Valle. Desués de caminar casi una hora por el bosque ( divino!) decidimos que era momento de cambiarlo por el Mirador del Bosque y almorzar en un viejo árbol caído. Al regresar, para ir hasta el Saltillo de Las Nalcas, nos encontramos con el resto del grupo. Así que hicimos picnic y nos repartimos para ir hasta el Ventisquero Negro: Guille con Lucas y Bru y yo con Américo. Hicimos ese recorrido despacito, sobre todo en la última parte. Al bajarnos, ¡el paisaje y los tábanos! Después de muchas fotos (creo que la mejor donde estamos todos) y después hasta la Garganta del Diablo.




Caminamos hasta la Garganta, caminado tranqui. Al llegar, todos se mandaron al arroyito menos Luquitas que se fue caminando hasta el fondo.
Volvimos para ir hasta el salto de las Nalcas, pero al estacionar en el caminito, y al parar un guardaparque (viendo además la hora) nosotros le pedimos si no nos acercaba hasta Pampa Linda, mientras el resto partía en expedición.
Esperamos la hora de la vuelta, tomamos unas gaseosas y a las 17.00 volvimos. De regreso en Bariloche, averiguamos para hacer el rafting el miércoles (en Rafting Adventure). Esa noche hubo hamburguesas y mucha charla.
El martes fue de relax, decidimos levantarnos a cualquier hora, almorzar para ir a la tarde al centro, para a la noche ir a McDonalds. Eso hicimos; nosotros sacamos los tickets para ir al día siguiente al rafting en el Manso. Caminamos, hicimos Shopping y seguimos probando chocolates. A la a nochecita, después de la función de Guille con el payaso Magi-click, fuimos a McDonalds. Pero, la noticia fue que a pesar de que hacía quince días de inaugurado: ¡No tenía hamburguesas!
Decidimos ir a uno de los lugares que nos habían ofrecido: “El nuevo gaucho” (http://www.elnuevogaucho.com.ar). Cenamos variado.



La verdad es que cenamos de maravillas, charlando y gritando con los brasileños que estaban ahí: “ Viva Perón, carajo!” como correponde. A la salida, Américo que había dejado el auto casi, en la entrada del restaurant, se encontró con una boleta, por “estacionar entre discos”.



Lo bueno de la boleta es que por lo menos sirvió para hacer las cuentas que noche a noche, hacían para dividir gastos.Este es el ejemplo de la división de la cena (que dio un trabajo…)



Como no habíamos comido postre, fuimos hasta Jauja a tomar un heladito, esta vez todos…
El jueves sería un día tranquilo: con Bru (ya que Guille no quiso) iríamos a hacer rafting y el resto iría al Cerro Otto y harían playa. Después de desayunar, pasó la combi que nos llevaría hasta el Manso inferior. Paramos en el camino a buscar las balsas y los que serían nuestros guías. Fuimos hasta el Lago Steffen, donde recorrimos un poco antes de almorzar. Los chicos prepararon los equipos y el almuerzo.


Ponernos los equipos de neoprene fue todo un operativo… pero lo conseguimos El grupo de 7 brasileños no paraba de comer y hubo que sacarlos del trailer que servía de mesa para que empezaran a dar la charla técnica.

Nos separaron en dos balsas y a nosotros nos tocó con los brasileños y con el guía Tiburón Picamos primero, así que podíamos ver a los otros hacer lo que nosotros pasábamos primero. Después de varios rápidos (Uvasal, Banda de Billar, Diente de Hipopótamo, Montaña Rusa y Roca Magnética), en el Diente de Hipopótamo, Tibu le dijo a Bru que si quería lo podía pasar flotando afuera de la balsa, aunque agarrado. Ver su cara tan feliz, fue un excelente regalo para mí.

Al final le dijo que podía ir, haciendo flotada pero sin agarrarse de la balsa. Felicidad completa. Cuando llegamos al Camping Kaleuche, Tibu le dijo que lo acompañara a nadar en el río, que el agua estaba como pocas veces la habían visto.

Después nos cambiamos y nos sentamos en la cabaña dónde ya nos esperaban los scones con dulce y café o chocolate caliente

(sacando los brasileños que antes se mandaron unos lomitos). A eso de las 17.00 volvimos a la combi para regresar a Bari, con una tarde con muchas cenizas sobre las montañas.
Cuando nos encontramos con el resto, ellos nos contaron que habían ido al Cerro Otto, subiendo en el Teleférico. Después a la tarde habían ido a Playa Bonita. Guille sólo hizo la playa porque le dolía la muela.





Considerando que el viernes era el último día que íbamos a estar en Bari, acordamos ir al centro para hacer la compra de chocolate. Desayunamos, y fuimos a un vivero cerca de las cabañas; ahí compramos una planta de grosellas amarillas, cassis y frambuesas. Después, hasta el Ahumadero de la Flia. Weiss, en la Península de San Pedro. Después de las explicaciones y la degustción, nos dedicamos a bajar las estanterías. Pasamos por las cabañas para dejar lo que habíamos comprado y seguimos hasta al centro. Compramos chocolates y otras cosas y decidimos ir a buscar un lugar que nos habían contado sobre ropa de montaña a buen precio. Al final no la encontramos y terminamos en el Shopping comiendo en la Mamadera. Al llegar, el resto estaba preparándose para ir a la Playa.


Bru se fue con ellos y nosotros nos quedamos a dormir la siesta. Después fuimos para los mates, y nos quedamos hasta la tardecita. Cenamos por última vez en Bariloche, tranquilos y pensando en salir temprano, para emprender la vuelta. El resultado de estos días en la cabaña fueron éstos:


Con todo preparado, nos levantamos bien temprano y salimos pensando en las cenizas. Gracias a Dios, no había nada, así que pasamos por la zona más complicada son problemas. Paramos en Villa el Chocón, en Casa de Piedra (para cargar combustible) y Santa Rosa ( idem) y derechito a Lincoln. Salimos 5.15 hs y llegamos a las 19.15 hs.
La verdad es que fue un viaje espectacular.

Inicio del año 2012

Para empezar bien el año 2012, el que ha sido marcado por muchos por un año importante, lo empezamos en una peña reducida.
En la segunda sede, presentes los Aldaces, los Alvareces, los Cabanis y El Gus.
Con una peña sin humo, empezamos a redondear el viaje.

Lo mejor vino a la hora de los brindis, cuando D.a. nos acercó una botella muy especial con la brindamos por este año y por los viajes.



Le agradecimos mucho a quien tuvo la gentileza de enviarla, y prometimos volver a juntarnos después de las vacaciones.

martes, febrero 21, 2012

Asado y preparativos

Al acercarse fin de año y, casi sin querer, empezamos a preparar las vacaciones. Etsa vez, sería el sur. Si bien los Aldaces no irían, nos asesorarían en el itinerario.
El asadito fue el 17/12 en el Parque.





Mientras el asador hacía su trabajo, empezaron las charlas.




Lo mejor: las ensaladas. Cuando Adri, le preguntó a Joli cómo las cortaba tan finito, ella sorprendió con la respuesta: "La corta La Paz"; cuando le dijimos que aclarara dijo que era de bandejita, cosa que comprobamos.


Además, el nugatón de Joli, causó sensación...

A medida que el tiempo pasaba, Bruno tomó las libros y D.A. pidió que rebuscaran en el baúl para encontrar el tesoro.


Después llegó el momento del relax y del arte... aquí algunos ejemplos:





En la parte artística empezó D.A. y siguió Joli.










Después de tanta actividad, partimos, pensando ya en las vacaciones.
 
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